Presión laboral excesiva – Lo que has de saber
¿Te encuentras incómodo en tu trabajo y sientes que no desconectas en todo el día, sea la hora que sea? ¿Quieres saber cómo influye este continuo estrés en tu día a día y salud del que es complicado liberarse completamente? En este artículo hablaremos de la presión laboral excesiva y todo lo que has de saber al respecto. Ante una necesidad de ingresos urgente, se puede decir que nos volvemos más tolerantes con distintas situaciones o tratos que no deberíamos permitir. Previamente a la crisis, no existía tanta dependencia de un trabajo, porque existía la seguridad de encontrar otro en cuestión de semanas. Esta situación hacía que los empresarios o los jefes midieran sus actitudes o exigencias, por miedo a perder al trabajador. Sin embargo, la situación económica que atravesamos a inclinado totalmente la balanza para la empresa. El empleado ha perdido poder y está en una situación bastante inferior.
Una gran parte de la población, aún con empleo, sigue preocupándose por su futuro y la poca estabilidad con la que puede contar. La realidad es que pocos trabajadores tienen asegurado un ingreso justo y prolongado en el tiempo. Cuando nos encontramos en esta situación, con obligaciones y responsabilidades que atender y que dependen de un sueldo, nuestra posición de fuerza es casi inexistente. En la actualidad, los jefes son conscientes de que hay mucha gente con necesidad y, por lo tanto, no tienen miedo a perder a trabajadores. Tampoco tienen miedo de que se vayan, puesto que prácticamente están atados al puesto para poder seguir viviendo «dignamente». Entre muchas consecuencias que nos dejó la crisis y las políticas en contra de los derechos laborales, nos encontramos un panorama desolador. No solamente han empeorado las condiciones salariales y de horario en el trabajo, también el nivel de exigencia desmedido actual.
Presión laboral excesiva
Seguramente, muchos de nosotros, hemos pasado por una situación difícil en el trabajo. Reacciones que no toleramos en nuestra vida privada puede que las permitamos por la necesidad de tener ciertos ingresos, por mínimos que sean. El estado de desesperación y poca esperanza en el que estamos sumergidos nos hacen ser más permisivos en cuanto al trato o condiciones. Hasta tal punto que hemos llegado a dar por bueno un salario mileurista a jornada completa. Hace poco más de una década nadie quería trabajar en locales de comida rápida y ahora desearían tener esa oportunidad. Es un indicativo de la pérdida de derechos a las que nos han sometido. Al aceptar esta tendencia, hemos permitido que se convierta en realidad. Si nadie hubiera aceptado estas condiciones, probablemente los inicios hubieran sido más duros, pero ahora estaríamos mejor. También es verdad que es fácil decirlo, sin conocer circunstancias.
Todo este panorama, a parte del sueldo, retrasos, horas extras no remuneradas o gritos, hacen que también exista una presión laboral excesiva. Según en qué puestos de trabajo, hay más presión que en otros y es parte del desempeño. Normalmente solía ir relacionado con el sueldo y el desempeño a realizar. En la actualidad, si analizamos el mercado laboral en hostelería o ventas, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que hay una presión laboral impagable. El nivel de exigencia, de trato o las formas han empeorado debido al empacho de poder que creen tener, y tienen, con los empleados. En muchas ocasiones, no solamente pagan tarde y mal, también exigen disponibilidad completa. Esto quiere decir que si tu jornada es de 6 horas (por contrato), el resto de las 18 horas te exigen que estés disponible y comunicada. De esta forma, es totalmente imposible desconectar del trabajo y conseguir relajarse para cargar las pilas.
Situaciones laborales
Sumado a la crisis que hemos y estamos pasando, se une otro factor clave que ha dado lugar a esta presión excesiva; los smartphones. En la era de la comunicación, podemos estar conectados y accesibles todo el día. Esta vía es utilizada por los encargados, jefes o dueños de empresa para hablarnos fuera del horario laboral. Siempre hay algo que preguntar, una tarea por hacer, una hora más que trabajar o un problema con clientes. Cuando nos llaman o mandan un ‘whatsapp’, no sabemos reaccionar o marcar el territorio y separar el tiempo laboral del personal. Terminamos dando una solución o contestando a ese mensaje y es lo peor que podemos hacer. Una vez aceptemos esta vía de comunicación a cualquier hora, puede que no recuperemos ese terreno cedido nunca más.
Cuando hemos salido del trabajo y necesitamos desconectar para volver al día siguiente con energía, necesitamos tranquilidad. Un mensaje relacionado con nuestro puesto no ayuda en nada a este objetivo. Por lo tanto, nuestro consejo es no responder ni abrir los mensajes relacionados con el aspecto profesional en nuestras vidas. La presión excesiva hace que nos obliguen a contestar y estar disponibles todo el tiempo, pero no debemos dejar que nos quiten terreno. Es importante que nos paremos a pensar y analizar el miedo a perder el puesto. Igual no es tan malo que perdamos ese trabajo si ese es el ambiente y puede que tampoco represente una fuente de ingresos importante o que merezca la pena. No hay que tener miedo a perder el trabajo, deberíamos preocuparnos de conservarlo si realmente merece la pena. Es una reacción normal, como si nos estuviéramos ahogando y nos lanzan un objeto que sabemos se va a hundir. Dejamos de lado esa información lógica y nuestro primer impulso es aferrarnos a ese objeto, aunque sepamos que no es una solución.
Gestión de la presión laboral
– Seguridad en uno mismo. Si somos un buen empleado y desempeñamos una labor efectiva dentro de la empresa, hemos de hacernos valer. No quiere decir que pidamos un aumento o amenacemos con nuestra dimisión. Esto quiere decir que nos hagamos respetar como profesionales, sin importar las consecuencias. Un profesional que sabe lo que vale goza de mejores condiciones que uno que permite comportamientos abusivos. Al reaccionar de esta segunda forma, el mensaje que estamos enviando al jefe es que puede hacer lo que quiera con nosotros porque no nos queda otra salida. Este mensaje implica un nivel bajo de efectividad o de valoración que implanta la idea en el subconsciente de ambas partes de que no existe posibilidad de encontrar otro trabajo.
Al marcar nuestro territorio, estamos dejando claro que tenemos más opciones y que seguramente otra empresa apreciará nuestras cualidades. Esto ya crea una especie de freno invisible en el nivel de exigencias o presión laboral a la que nos someten.
– Perder el miedo a ser despedido. No podemos vivir (si es que se le puede llamar así) pensando continuamente que pasará si nos despiden por pedir que se cumplan nuestros derechos básicos. Así es como la clase trabajadora pierde el terreno que tanto esfuerzo ha costado conseguir en el transcurso de la historia. No ya solamente pensando en la sociedad de la que formamos parte, sino también en nosotros mismos. No nos beneficia estar en un sitio que no nos respetan con un sueldo que no llega a ser digno.
Esto no quiere decir que a la mínima falta de respeto o abuso nos despidamos con un portazo. Esto va más allá de los extremos; ni soportar cualquier trato ni exigir demasiado. Cuando se den esas situaciones, hemos de saber enfrentarlas de manera correcta. Si nos piden horas extras, podemos aceptarlas o no, pero han de estar remuneradas. Si no las quieren pagar, se puede decir con total tranquilidad y sin perder las formas que no lo aceptamos. Con argumentos sólidos y fuertes lograremos una mejor comprensión y un respeto básico.